La ingenua carrera de Obama para abrazar a la dictadura cubana ignora las consecuencias en cuanto a derechos humanos, seguridad nacional y política exterior

José Azel
José Azel

 

 

 

 

Nota del editor: José Azel presentó su testimonio original “¿Qué haría Cuba?” ante el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes de Estados Unidos el 26 de febrero. Vea el video completo de la audiencia en la parte inferior de este artículo; el Sr. Azel aparece al 27:58. 

Señor presidente, miembros de alto rango, distinguidos miembros del comité. Me honra tener esta oportunidad de compartir mi análisis sobre las implicaciones en la seguridad nacional de Estados Unidos por la nueva política con Cuba del Gobierno, y lo felicito por llamar a esta audiencia sobre lo que a menudo es una amenaza incomprendida a nuestros intereses nacionales.

El año pasado, cuando el consejo editorial del New York Times y otros intensificaron su campaña por el cambio unilateral e incondicional en la política de Estados Unidos hacia Cuba, publiqué el ensayo titulado: WWCD; es decir, ¿Qué haría Castro si Estados Unidos terminara unilateral e incondicionalmente las sanciones económicas?

Sostuve, entonces, que no sondear cómo Castro respondería es una omisión irresponsable, ya que la formulación de la política exterior es, en ocasiones, comparada con un juego de ajedrez durante el cual se analiza cada movimiento prospectivo con vista a los movimientos que el adversario podría realizar. La política exterior siempre busca la reciprocidad.

Castro ahora proveyó una respuesta comprensiva a mi pregunta.

El 28 de enero de 2015, hablando en Costa Rica y frente a la III Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), el general Castro planteó sus demandas. Antes de restablecer relaciones Estados Unidos debe:

  1. Eliminar incondicionalmente todas las sanciones económicas.
  2. Devolverle a Cuba la base naval de Guantánamo.
  3. Detener todas las transmisiones de Radio-TV Martí.
  4. Compensar a Cuba por todos los supuestos daños ocasionados por el embargo, que Cuba estima ascienden a US$116 mil millones y va en aumento.
  5. Eliminar a Cuba de la lista estadounidense de “Estados patrocinadores del terrorismo“.

El general declaró que “si esos problemas no son resueltos, este acercamiento diplomático no tendría sentido”. Y que “no sería ético ni aceptable pedirle a Cuba nada a cambio… Cuba no negociará asuntos internos del que es absolutamente soberano”.

Conociendo las condiciones imposibles del general, los defensores de las concesiones incondicionales al régimen de Castro ahora doblarían la apuesta y comenzarían a proponer todo tipo de peligrosos argumentos sobre por qué debemos mantenernos en este nuevo curso.

Escucharemos que el general Castro estaba nada más sentando las bases para iniciar una negociación, o que, debido a que intentamos las sanciones económicas por tanto tiempo, ¿no deberíamos darle una oportunidad a esta nueva política?

Y lo más preocupante es que podemos empezar a escuchar argumentos de por qué Cuba,  puede tener derecho a compensación de los contribuyentes estadounidenses, o que la base naval de Guantánamo es innecesaria y una costosa reliquia de la Guerra Fría.

Distinguidos miembros, cuando ustedes escuchen esos argumentos, solo consideren por un momento cómo el señor Putin y a la marina rusa les encantaría tener una base naval en el Caribe, y que sea de la calidad de nuestra base de Guantánamo.

Consideren también que si quitamos las restricciones de viajes, miles de pequeñas embarcaciones privadas del sur de Florida podrían comenzar a visitar Cuba regularmente y regresar con cargas ocultas. Y todos podemos usar nuestra imaginación respecto al contenido de dichas cargas; pueden ser drogas, contrabando o tráfico de personas. Nuestros guardacostas no sería capaces de monitorear miles de embarcaciones privadas que viajan regularmente entre el sur de Florida y Cuba.

Dada la larga y estrecha relación entre Cuba e Irán, esta posibilidad de viajes oceánicos expone a nuestra seguridad fronteriza nuevas y graves vulnerabilidades como el terrorismo y el contrabando.

Por otro lado, las nuevas medidas del presidente enriquecerán principalmente a los militares cubanos, y no se podrá impedir que el general Castro cierre su alianza con Irán, Rusia o Venezuela. Es difícil imaginarse cómo fortalecer a un Gobierno totalitario promueve la democracia.

La nueva política hacia Cuba legitima el régimen militar cubano ante los ojos del mundo. Al legitimar un régimen opresivo y que viola los derechos humanos con abandono, el presidente ha retrocedido en nuestro apoyo permanente a la gobernalidad democrática en Latinoamérica.

Desde 1970, la política de Estados Unidos hacia Latinoamérica ha hecho hincapié en la democracia, derechos humanos y un Gobierno constitucional. Podría decirse que la política estadounidense en defensa de la democracia no ha sido uniforme alrededor del mundo. Pero hasta hace poco, defender los valores democráticos era nuestra política firme en Latinoamérica. La normalización gratuita de las relaciones con una dictadura militar opresiva envía el mensaje incorrecto al continente.

Todo latinoamericano aspirante a dictador ahora se dará cuenta de que la supresión de libertades civiles en su país no es un impedimento para tener buenas relaciones diplomáticas con Estados Unidos.

Contrario al argumento de algunos de que la nueva política ayudará a mejorar las relaciones con Latinoamérica, nuestro sello de aceptación implícita de una dictadura militar debilita aún más la influencia y el prestigio de Estados Unidos en la región. Se alienta a los líderes anti Estados Unidos a tomar posiciones contrarias a los intereses estadounidenses, como lo ha hecho Cuba por décadas. Un desafortunado mensaje de la nueva política es que tomar rehenes estadounidenses puede ser muy rentable.

Finalmente, el general Castro, con el fin de asegurar cualquier ventaja que pueda esta persiguiendo, puede prometer algunas concesiones. Pero antes de abrazar una dictadura militar debemos entender que el general ha dejado claro que Cuba no piensa cambiar su rumbo.

 

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