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También las ausencias y los silencios significan algo, aunque no siempre se sepa con certeza qué. Muchos interpretaron, por ejemplo, la ausencia de la ex presidenta a la hora de entregar la banda y el bastón a Mauricio Macri como un gesto mucho más elocuente que si hubiera estado presente y hubiera hablado. ¿Pero qué expresaba ese hecho?

De manera análoga, pareciera que el «silencio» del papa Francisco ante la asunción del Presidente dice algo más que la mera ausencia de palabras. Pero, ¿qué dice? Ésa es la cuestión.

Se nos explica que el protocolo tiene sus modos; que Bergoglio designó al nuncio en Paraguay, el obispo italiano Eliseo Ariotti, como su enviado para la ocasión, a quien acompañó hasta la Cancillería el nuncio en Buenos Aires, el obispo suizo Emil Paul Tscherrig. Otros creen que hubo un mensaje del Papa, pero que no se hizo público. Varios obispos argentinos declaran haber felicitado a Macri. En nombre de ellos estuvo presente en el Palacio San Martín el presidente del Episcopado, José María Arancedo.

No faltan quienes recuerdan que Macri y Bergoglio no se llevaban demasiado bien cuando uno era jefe de gobierno porteño y el otro arzobispo de esta ciudad, por diferentes motivos. Pero, entonces ¿qué decir del matrimonio Kirchner que vivió enfrentado con aquel cardenal jugándole malas pasadas?

Por otra parte, pocas personas se demuestran menos apegadas al protocolo que el actual pontífice. Es comprensible, entonces, que el ciudadano común quedara más bien con la impresión de que algo enturbia la relación Bergoglio-Macri. Y quiere saber de qué se trata. Que el primero hubiera tenido (o aún conserve) simpatías peronistas no explica mucho sobre una figura de reconocida cintura política, capaz de entrevistarse repetidas veces con Cristina Kirchner como si nunca hubiera habido cortocircuitos entre ellos.

Parece poco probable que los infortunados dichos de Jaime Durán Barba hubieran herido susceptibilidades en Roma. Además, Macri, en cuanto Presidente, representa al pueblo argentino. No puede interpretarse que sólo la Iglesia y el peronismo, que tan a menudo invocan al pueblo, encarnen esa dimensión plural y compleja en nuestro país.

Si hubo o no una comunicación, formal o informal, no lo sabemos. Tampoco si hay (o hubo) razones (para nosotros ignotas) que llevaron a actuar así. Lo que se percibe es cierto desconcierto o perplejidad, independientemente de las opiniones políticas y sociales de cada uno. Los ojos internacionales están puestos en la significación de los viajes papales, en la defensa de los pobres y del medioambiente que encarna Francisco, en su condena de las guerras y de los intereses sectoriales que dañan el bien común. E incluso en su ardua labor de reformas en la Iglesia y de búsqueda de un mayor diálogo interreligioso. Pero igualmente, por más que suene a localismo, hubiéramos querido un saludo público de Francisco al nuevo gobierno argentino.

No está dicho que no llegue nunca, acaso Navidad sería una buena ocasión. Pero da la impresión de que se ha desaprovechado una oportunidad.

El autor es director de Criterio

Origen: El Papa desaprovechó una oportunidad – 16.12.2015 – LA NACION