No es coherente que Estados Unidos ayude a un régimen totalitario que continúa respondiendo con violencia al ejercicio cívico

ANA LEÓN

LA HABANA, Cuba.- The Wall Street Journal ha publicado que el régimen cubano pidió ayuda de emergencia al gobierno de Estados Unidos para mitigar los daños causados por el huracán Ian en la mayor de las Antillas. Se desconocen otros pormenores de la solicitud, como el monto de la ayuda y en qué será invertido; pero al parecer el castrismo tuvo que tragarse la soberbia y acudir al “enemigo histórico”, al que ha calumniado por más de seis décadas, para no perder el poder. Ahora mismo, el fin de la dictadura pudiera estar estrechamente ligado a la decisión que tome la Casa Blanca durante los próximos días.

La situación dentro de la Isla es gravísima. A todo el mal que venimos arrastrando desde 1959 -multiplicado exponencialmente en los últimos tres años- se sumó el embate de la naturaleza. El huracán Ian causó los destrozos asociados a esa clase de fenómeno meteorológico; pero la catástrofe que hoy sufrimos viene anunciándose desde hace mucho, complicada por una retahíla de malas decisiones económicas, políticas y administrativas que han colocado al país en un punto extremo de indefensión y dependencia.

No podía ser de otro modo. Endeudado hasta la coronilla, con sus socios habituales imposibilitados de ofrecer un apoyo significativo, el castrismo ha decidido hacer lo que no hizo siquiera en los meses más terribles de la pandemia de la Covid-19, cuando los cubanos morían a diario y por centenares. En aquellos días la retórica de la soberanía y la no injerencia aún les funcionaba. Quienes agonizaban en los hospitales eran ciudadanos desechables, atendidos por médicos que, sin recursos y doblando jornadas laborales extenuantes, hicieron frente a la pandemia mientras la dictadura dilapidaba fondos en la edificación de hoteles de lujo para un turismo de alto estándar que todavía no llega, ni llegará.

El paso de Ian ha obligado a los matones a tragarse la soberbia y extender una solicitud formal de ayuda a ese vecino odiado y envidiado, el que tiene la culpa de todos los males que ocurren en el planeta, según la narrativa de la prensa castrista. En más de seis décadas no ha transcurrido un solo día sin que los medios estatales critiquen a los Estados Unidos. ¿Por qué la Casa Blanca querría socorrer a un vecino tan hostil y fullero?

Nadie venga a poner por delante el sufrimiento del pueblo cubano. Eso no es nada nuevo, y ni nuestros muertos, ni nuestras crisis migratorias han importado lo suficiente como para dejar de pasarle dinero a la dictadura por detrás del tapete, o a plena luz. No nos engañemos. Si esta gente sigue en el poder, es porque existe financiamiento para su maldad.

No es momento de vacilaciones. Que no se le ofrezca al castrismo un dólar ni una tuerca. Si realmente el objetivo son los hospitales, el bombeo de agua y otras infraestructuras de servicios básicos, sería preferible que Estados Unidos donara los equipos y la mano de obra necesarios para venir a instalarlos donde haga falta.

El pueblo cubano no tiene manera de fiscalizar nada, por tanto, lo que se negocia con el régimen solo sirve a sus intereses. No habrá modo de saber si los recursos serán destinados a los hospitales de las provincias más afectadas por el huracán, o si serán desviados a las clínicas internacionales que le reportan millones a la cúpula gracias al turismo de salud.

Darle plata al castrismo en este momento es irresponsable. Basta mirar las imágenes de las recientes protestas para darse cuenta de que en ellas lo único nuevo, limpio y funcional son los carros patrulleros y el arsenal de las tropas especiales. Si le dan un dólar al régimen, lo gastará en represión. Si le dan una tuerca, la venderá para gastar el importe en represión. Abusar de los ciudadanos es su recurso supremo, lo único que los mantiene en el poder.

Los cubanos han tomado las calles con justa indignación, sin agredir a las fuerzas del orden ni cometer un solo acto de vandalismo. El Primer Secretario del Partido Comunista en La Habana ha asegurado que protestar es un derecho; sin embargo, en la noche del 30 de septiembre los paramilitares -presumiblemente cadetes del ITM- recorrían las calles armados con palos y cabillas gritando “Yo soy Fidel”.

No es coherente que Estados Unidos ayude a un régimen totalitario que continúa respondiendo con violencia al ejercicio cívico, que corta la señal de Internet para impedir la solidaridad entre cubanos y permitir que las fuerzas represivas se ensañen con sus víctimas. En esta hora crítica es de temer que ciertos políticos norteamericanos, simpatizantes declarados de Fidel Castro, presionen para no perder la oportunidad de tenderle más que una mano a Díaz-Canel, pasando por encima de la voluntad de un pueblo que rechaza abiertamente al gobierno y al sistema.

Los próximos días serán decisivos. Los cubanos no quieren violencia, pero tienen la opción de una huelga general, de un paro nacional que obligue a esta caterva a dimitir. Estados Unidos, por su parte, no debe traicionar el anhelo de un pueblo brindando apoyo a la dictadura más antigua y contagiosa de Occidente.

Origen: Cubanet