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La miserable vida de los cubanos de la isla no tiene fin. A golpes y palos terminan la mayoría de las protestas por las malas condiciones de vida en el país, los manifestantes quedan a merced del esbirro de turno que elige al azar a quién se lleva preso envuelto en una nube de acusaciones destinadas a justificar penas de prisión. La noticia es fría y agotadora de tanto repetirse. Uno tiene que cerrar los ojos y sumergirse mentalmente en el infortunio de estos cubanos angustiados por la falta de electricidad, escasos de alimentos y medicinas, mal vestidos y delirantes batiendo el fondo de una vieja cazuela como si fuera el eco de aquel desesperado llamado de José Martí a las entrañas de la patria: “¿qué hacen en la playa los caracoles, que no llaman a guerra a los indios muertos?”

La patria está exhausta. La patria lo ha dado todo al revés y al derecho. Los cubanos confiesan que lo que quieren es irse de Cuba, porque Cuba ha muerto. La mataron los mismos cubanos. Clientelismo guerrero por medio planeta al servicio soviético en el que tropas cubanas llegaron a luchar del lado de Egipto y Siria contra Israel en la guerra de Iom Kipur. ¿Cómo es posible que Cuba hiciera trizas todas las fronteras geopolíticas y diplomáticas establecidas tan solo para satisfacer las ambiciones de un solo hombre? ¡No! No fueron las ambiciones de un solo hombre; fueron las ambiciones de todo un pueblo.Ahora es fácil ver las cosas como eran y no como uno quería que fueran. Hubo una última oportunidad de enmendar las cosas que tropezó con una persona que no reunía las condiciones para enfrentarse a una situación tan compleja como la que se vivió consecutivamente, John F. Kennedy. Suya y sólo suya fue la perpetuación del régimen castrista en Cuba y décadas después el Chavismo y el éxodo masivo manipulado por elementos del sistema. Como consecuencia de sus decisiones el desenlace de la invasión de Bahía de Cochinos dejó comprometida la causa de una Cuba libre en las garras de una dictadura comunista heredera de las checas españolas y el descalabro de la sociedad peninsular. Negociar la crisis de los misiles soviéticos en Cuba era ineludible por temor a un conflicto nuclear, pero el manejo diplomático de la crisis dejó mucho que desear porque acabó por sellar el destino de la isla. Incontables libros, ensayos y documentos sostienen que Estados Unidos se comprometió a no intervenir en Cuba ni permitir que cubanos exiliados intentaran derribar al régimen. Desde entonces la dictadura castrista gozó de una patente de corso que le permitió organizar, armar y sostener la guerra en Centroamérica, América del Sur, Africa y otros lugares alrededor del mundo. Todo eso como consecuencia de negociaciones que tal vez anunciaban la decadencia actual de la sociedad norteamericana. La última esperanza de ver a una Cuba libre es que siendo un gobierno aliado de los enemigos de occidente, una guerra mundial lo convierta en objetivo militar. 

Jorge Riopedre