Como era de esperar, el plan Massa fracasó. Atrás quedaron los días que los periodistas le decían superministro. Hoy le piden la renuncia
El «superministro» que llegó para salvar la situación no pudo revertir el desastre, que ya lo terminó condenando a él también en el año electoral.
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¿Por qué lo hizo? es la única pregunta que cabe, a la hora de analizar el suicidio político del que hace poco era denominado como el «superministro». Sergio Massa no tiene los problemas ideológicos del kirchnerismo tradicional y, aunque no es Milton Friedman y ni siquiera es economista, sabe muy bien que dos mas dos es cuatro. Sin embargo, su gestión pasará a la historia como una de las más oscurantistas del ministerio de Economía, con el sindicato de camioneros en la calle controlando los precios en las góndolas de los supermercados amenazados, con una inflación anual que ya superó las tres cifras.Hace siete meses, cuando Massa era el hombre del momento que llegaba para sacarle las papas del fuego a Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner, desde el PanAm Post advertimos que su gestión estaba condenada al fracaso.
Aquel 3 de agosto del año pasado, luego de su discurso presentación, advertimos que lo que estaba comenzando era una especie de «macrismo sin Macri, pero con gobernabilidad peronista«. Es decir, un pobre programa con la única finalidad de «aguantar», carente de reformas estructurales, pero que seguramente no tendría problemas en la calle, por la simple razón que los que lo producen están ahora en el gobierno.
A pesar de su pragmatismo extremo, que puso siempre por encima de cualquier principio en materia política, el que en su momento militaba en la juventud de la liberal Ucedé liderada por Carlos Maslatón allá por los ochenta sabe muy bien que la problemática de Argentina no se resuelve renegociando con el FMI las urgencias y congelando el precio de los alimentos. Igualmente aceptó esta pobre agenda cuando agarró el hierro caliente del ministerio el año pasado. Sus defensores dirán que en el epílogo del fallido Frente de Todos ya no había margen para un programa verdadero a largo plazo y que mientras CFK tenga un tercio de la coalición (con el poder de veto) sería imposible un plan de reformas. Sea como sea, Massa fracasó no sólo en el ministerio de Economía, sino en su estrategia tiempista.
Probablemente subestimó la problemática económica nacional, mientras sobrestimó sus aptitudes personales. De esta manera, Massa se quedó sin nafta a mitad de camino. El auge de su figura se apagó con el calendario electoral muy lejos y la caída fue inevitable. Asumió como un piloto de tormentas, pero el error de cálculo lo dejó sin combustible en el medio del océano.
Con el 102,5 % de inflación anual no hay oficialismo que reelija. Mucho menos con la candidatura de Massa que no es más que el padre de la criatura. No será ni el primer ni el último ministro que pasa por la picadora de carne argentina de los malos planes económicos. Es cierto que este no lo inventó él. Pero lo aceptó sin chistar a cambio de un espacio de poder y la realidad se lo llevó puesto.
Origen: Panam Post