El discurso psicotrópico de Cristina y la realidad factual

Cristina Kirchner – Foto archivo

Por: Rubén Lasagno

– La megalomanía es uno de los rasgos característicos de la vicepresidente condenada Cristina Fernández. Tiene esa fantasía desopilante de creer que está por encima de los demás mortales, pero solo supera al argentino medio en la cantidad de plata que percibe por los haberes que mes a mes cobra (ilegalmente) de manos de su propio Estado, el que ella preside concretamente, orillando los 10 millones de pesos mensuales, mientras un jubilado cobra 70 mil pesos.

Sin embargo, la titular del Ejecutivo (en la práctica) tiene una ventaja: cada vez que anuncia una de sus incursiones en las redes sociales, los principales medios del país, se abren paso a los codazos para escuchar lo que dice, ver los ademanes que hace, las caras que pone y los gestos de mala actriz que ejecuta.

Esos medios, críticos y mordaces en sus apreciaciones sobre la vicecondenada, terminan siendo la caja de resonancia de las estupideces que dice y hace, las cuales son “analizadas” para encontrar los mensajes ocultos, como si se tratara de los evangelios aprócrifos del Antiguo Testamento.

Acá debemos referir al dicho popular, antiguo y siempre vigente “la culpa no es del chancho, sino, de quien le da de comer”. La señora hace lo que sabe y puede, pero esos medios que pretenden desmerecer su megalomanía, su onmipotencia y su fantasía delirante en largas editoriales ácidas, terminan siendo la plataforma que replica y distribuye su mensaje, cayendo claramente en un síndrome de Estocolmo que la condenada utiliza para potenciar su discurso psicotrópico.

Titular un acto político berreta y de muy baja calidad intelectual, como “Clase magistral”, es parte de este despliegue magalómano de la vicecondenada, que no dio ni una clase, ni magistral; fue un simple acto de mitin rentado donde las focas aplaudidoras sonrieron y asistieron con la cabecita como el antiguo perrito de la luneta, todas las estupideces que decía la señora, poniendo arriba del ring a Javier Milei y mintiendo a rabiar, como es su costumbre, esperando que los grandes medios, la repliquen sin cesar (y lo logró una vez más).

Pero la realidad factual, la que no se puede soslayar, ni encubrir, ni disimular la contradice sin necesidad de que Clarín, La Nación, Perfil o Infobae, salgan a aclarar nada ni ser exégeta de sus mensajes contradictorios, ordinarios, odiosos y falaces.

Bastaría con ignorarla, solamente, para que su megalomanía se fuera apagando, pero no todos pensamos así, parece, aún cuando cada uno de esos medios sepa de antemano que nos vende un buzón, siempre habrá una oreja malformada en este país distópico, donde una condenada por haberse robado todo en la Argentina, sigua teniendo voz, entre sus propios detractores.

Origen:  OPI Santa Cruz