La estrategia político-militar recomienda al analista renunciar a su propia perspectiva y
asumir el razonamiento del enemigo. Ponerse en los zapatos de su rival. Interpretar su
situación. Descifrar su movimiento y predecir su retirada. La historia se asemeja a las
peripecias de un conflicto novelesco en el que cada cual intenta engañar y derrotar a
su adversario. En el caso de Venezuela, preciso es decirlo, los actores (de ambos
lados), no han dado la talla, extendiendo este folletín hasta límites insoportables por la
cantidad de sufrimiento que ha ocasionado.
Apelar a estas alturas a una conspiración con los carceleros del pueblo venezolano
deja mucho que desear de los efectivos que manejan la política exterior de Estados
Unidos en América Latina. Esta gente (Washington) no acaba de asimilar la desventaja
de negociar con venezolanos controlados por cubanos, infiltrados por todas partes,
fuerza de ocupación de una experiencia reconocida mundialmente en ese mundo
turbulento de la subversión. El ejemplo de la espía Ana Belén Montes basta para dar
cuenta de lo que son capaces. Haber ofrecido a Cuba alguna ventaja si se retira de
Venezuela (según se afirma) parece algo infantil, además de un desconocimiento casi
absoluto de la historia regional. Parece contraproducente.
Por si fuera poco, se habla de invocar el Tratado de Asistencia Reciproca de Río
(TIAR), síntoma de desesperación del cual el enemigo no tardará en sacar provecho.
¿Por qué? Estados Unidos no cumplió su compromiso con TIAR cuando la Guerra de
las Malvinas, optando por cumplir con el tratado de la OTAN en defensa del Reino
Unido. Este acuerdo perdió legitimidad cuando México y otros países latinoamericanos
se retiraron del tratado de Río. ¿De qué puede servir ahora?
Como en el caso de Cuba todo empezó mal desde el principio. La soberbia, la
ignorancia e irresponsabilidad de la política exterior de Estados Unidos le concedió al
régimen castrista 20 años de margen en Venezuela desde el ascenso al poder de Hugo
Chávez en 1999. Lo que le venía encima a este desdichado país estaba previsto en el
manual cubano: manipular la emigración; disminuir la población venezolana en varios
millones; dar rienda suelta a la violencia, “partera de toda sociedad a punto de dar a
luz una sociedad nueva”; armar a todo ser vivo para librar la guerra de todo el pueblo.
Tarjeta de crédito: la sociedad imperial no soportará matar inocentes.
Estados Unidos debe comprender que está solo ante un dilema creado por él mismo
en Cuba y ahora en Venezuela. Cuando escribí el artículo, Venezuela, no hay regreso,
me imaginé que esto iba a suceder. Era predecible. Ahora la única solución es el uso
de la fuerza. Dudo que las dependencias del gobierno federal aprueben una acción
armada, pero todo es posible.