LA HABANA, Cuba.- Este domingo 16, el popular e instructivo programa Pasaje a lo desconocido, de la Televisión Cubana, estuvo consagrado a la Cámara Global de Semillas, inaugurada en el año 2008 en el Círculo Polar Ártico, en un monte del archipiélago noruego de Svalbard. Se trata de la misma institución que la prensa, con una truculencia un poco mayor, suele denominar Banco del Fin del Mundo.

La idea que presidió el surgimiento de la institución es simple: que los recursos genéticos botánicos que pudieran perderse como resultado de catástrofes naturales, actos terroristas o conflictos armados puedan ser restablecidos con rapidez y relativa facilidad. Con ese objetivo, la Cámara tiene capacidad para 4,5 millones de muestras, cada una de ellas compuesta por unas 500 semillas, las cuales son conservadas a muy bajas temperaturas.

El mencionado programa televisivo es conducido por Reinaldo Taladrid, un locutor oficialista que suele invitar a sus oyentes a documentarse y concluye sus presentaciones con la frase “Saque usted sus propias conclusiones” (menos cuando se refiere a las políticas del castrocomunismo, claro). El programa de este domingo incluyó la exhibición de varios documentales consagrados al tema antes mencionado.

Es el último de los exhibidos el que me ha animado a escribir este trabajo periodístico. En el material se rememoró al primer científico que aplicó la idea que ahora, con una envergadura mayor, se hace realidad en la Cámara Global de Semillas. Me refiero al ruso Nikolái Ivánovich Vavílov, botánico y genetista que vivió entre 1887 y 1943.

La persecución contra el científico

El referido documental mencionaba la persecución desatada contra el científico por el régimen encabezado por el dictador bolchevique José Stalin. Pero como la obrita fílmica se centraba en la idea de los bancos de semillas —no en las represiones comunistas—, la alusión que se hacía a Vavílov tenía un carácter fugaz e incidental, y puede haber pasado inadvertida para muchos de los espectadores.

Me parece que, para beneficio de los amigos lectores de CubaNet, sería harto conveniente que se abunde un poco más en este importante tema. Esto, a su vez, permitirá conocer mejor el carácter monstruoso de las persecuciones comunistas, sus motivaciones arbitrarias y espurias, las cuales, entre otras cosas, han producido enormes perjuicios a la misma causa que dicen defender los burócratas y policías que las han perpetrado.

Es lo mismo que, en otro orden de cosas, sucedió con la cibernética. A Stalin, que se las daba de filósofo, le dio por considerar que esa rama, consagrada a obtener, conservar y transmitir información, era “anti-marxista”, ya que negaba la esencia del pensamiento humano como forma superior de la materia… Se comprende, entonces, que en el Diccionario Filosófico de 1954, por ejemplo, se la caracterizara como una “seudociencia reaccionaria… dirigida contra la dialéctica materialista”. Este despiste teórico, a su vez, condujo a un retraso de lustros con respecto a la ciencia de los países occidentales.

Banco de semillas de Vavílov

La labor de Vavílov

Volviendo a Vavílov y a la genética, debo adelantar que su destino fue aún más trágico que el de los estudiosos consagrados a la cibernética. El eminente botánico partió de una idea sencilla, pero certera: durante milenios, los agricultores han seleccionado las variedades de vegetales; en ello los ha guiado el propósito fundamental de obtener mayores cantidades y un producto de mejor sabor.

Por ello se hacía necesario buscar, en las zonas originarias de las diferentes especies comerciales, los parientes silvestres que pudiesen conservar genes que permitieran a las plantas soportar mejor las condiciones adversas (plagas, cambios bruscos de clima, etc.). Con ese fin, Nikolái Ivánovich encabezó innumerables expediciones científicas. Con las muestras obtenidas en ellas, creó el primer banco de semillas del mundo; el material genético que obtuvo de las variedades silvestres recolectadas fue enorme.

Vavílov se basaba en las teorías de otro genio de la ciencia: el austriaco Gregor Mendel, descubridor de las leyes de la herencia. Para desgracia del botánico ruso, el concepto mismo de que las plantas pudiesen heredar y transmitir genes les parecía antimarxista y “burgués” a Stalin y su claque. Además, el dictador georgiano no tenía paciencia para asimilar los planes a largo plazo que diseñaba Vavílov para garantizar la seguridad alimentaria global.

Vavílov regulado por Stalin

Es ahí cuando entra en escena Trofim Lysenko. Se trataba de un verdadero charlatán. Rechazaba como “reaccionarias” las enseñanzas de Mendel y, en lo referente a la evolución de las especies, se atenía a los planteamientos de Jean-Baptist Lamarck. Este último fue un científico cuyas teorías fueron emitidas varios decenios antes de Darwin, y resultaron superadas por este. Pese a ello, a Lysenko se le concedieron los mayores honores; en 1948 se decidió que el lysenkoísmo debería enseñarse como la única teoría correcta en ese campo. Esa situación se mantuvo hasta mediados de los años sesenta.

En el ínterin, la persecución estalinista se cebó en Vavílov. Se le prohibió volver a viajar al extranjero (en la neolengua castrista de hoy se diría que fue “regulado”). También perdió los altos cargos que ostentaba. En definitiva, en el debate científico intervino la policía política.

En agosto de 1940 fue arrestado bajo acusaciones de “espionaje” y “sabotaje”. Sentenciado a muerte en julio del año siguiente, la pena (generosos que son estos comunistas) le fue conmutada por 20 años de prisión.

A partir de ahí, Nikolái Ivánovich conoció las islas del tenebroso “Archipiélago GULAG”. En el colmo de la ironía, el gran científico que consagró todos sus desvelos a librar a la Humanidad del flagelo terrible de las hambrunas, murió a comienzos de 1943, en una cárcel de Sarátov,… ¡de inanición!

Sigue nuestro canal de WhatsApp. Recibe la información de CubaNet en tu celular a través de Telegram.

Fuente Cubanet.org