POR FABIÁN BOSOER

Un libro explora la influencia del creador del “relato” de Perón.


1949. Apold en su asunción en Información, con Eva Perón..

¿Dónde queda hoy el “verdadero peronismo”?

¿En la Casa Rosada, en la sede del PJ o en el palco de días atrás en Córdoba al que se subieron los principales referentes del peronismo no kirchnerista? ¿En los militantes de Unidos y Organizados, “soldados de la Presidenta”, o en los miles que protestan contra la corrupción y la mentira? ¿Cómo se explica que gente que piensa en forma tan diametralmente opuesta siga invocando esa misma señal de identidad y reivindicando el legado vigente del líder muerto hace casi 40 años?

El peronismo tuvo grandes historiadores. Fue, y sigue siendo, escrito, interpretado, estudiado de mil y una formas. Y sin embargo, cuando parece que todo ha sido contado, siempre se descubre algo nuevo, y a veces, aspectos, personajes, episodios decisivos. También en ello radica su persistente actualidad. Porque en esa cantera de nuestra historia es posible encontrar aún respuestas y claves a los interrogantes del presente. Es lo que logró Silvia Mercado en su excelente libro “ El inventor del peronismo” (Planeta), la primera biografía política de Raúl Alejandro Apold, el hombre que manejó la poderosa Secretaría de Prensa y Difusión en las primeras dos presidencias de Perón, del 46 al 55.

Un periodista con fluidos contactos en el mundo del espectáculo y las antesalas del poder, que se transformó en el principal asesor de comunicación y mucho ayudó a aquel hombre fuerte de una dictadura militar en retirada a proyectar su figura desde su papel como “coronel de los trabajadores” hasta convertirse en el líder laborista que conquistará a las masas en las plazas y las urnas.

Detrás de la escena estuvo siempre este personaje enigmático que fue revistiendo al peronismo de todos los ropajes y signos como un movimiento popular de trascendencia histórica, el que puso los focos sobre el escenario y armó los montajes más espectaculares, subió y bajó a sus figuras secundarias y de reparto, produjo las grandes representaciones de Perón y Evita en acción, sus mitos de origen y ceremonias rituales. Mucho tuvo que ver Apold con la Ley del Cine y el Primer Festival Internacional de Mar del Plata. Fue el gran artífice de la propaganda oficial, quien impulsó y ejecutó el control de los medios, desde el papel prensa a los noticieros radiales y cinematográficos, y la expropiación del diario La Prensa mientras seguía dirigiendo el oficialista Democracia . Su figura se pierde en el ostracismo, aborrecido por los antiperonistas, que lo consideraron “el Goebbels de Perón”, y olvidado por los peronistas, que prefirieron soslayar su influencia.

Una anécdota de antología conecta a aquella figura decisiva con el presente. Relata la tarde de marzo de 2008 en que un viejo peronista, en pleno conflicto del Gobierno con el campo, visitó a Néstor Kirchner en Olivos para contarle que el mayor logro de Perón no habían sido sus obras públicas o la política social sino el formidable aparato de propaganda del Estado motorizado desde la subsecretaría de Información y Prensa de Apold. Eso torció el rumbo de la historia: allí empezó el peronismo como relato. Y eso es lo que tomó el kirchnerismo, 60 años después, en su batalla por todos los medios, lo que se dio en llamar “la guerra por el relato”.

Fuente:http://www.clarin.com