Olvidémonos de querer ver a las FARC como partido político. ¿No nos hemos dado cuenta que ya lo son y que en esta capacidad son aún más peligrosos?
Me desvío de mis columnas habituales para compartir un mensaje muy personal que considero importante en este momento terrible que vive Colombia, país donde nací, donde reposan las cenizas de mi padre, y a donde quiero algún día poder regresar.
Yo no creo en la paz: ni en esa paz habanera de guayaberas y palomas blancas, ni en la “paz que queremos” que todos dicen anhelar. Esa paz que imaginamos como la ausencia de conflicto, violencia y sufrimiento; como un estado de concordia y merecido reposo que tal vez nos espera en el más allá. Aquí en la tierra, la paz nunca ha existido.
Pero sí podemos aspirar a vivir libres y prosperar en un Estado de derecho que ofrezca justicia, seguridad y estabilidad. ¡Esto no es paz! Al contrario. Es una lucha constante para mantener una seguridad relativa y proteger al Estado contra los elementos criminales y la corrupción que siempre han existido y siempre existirán. Es una batalla eterna para defender la libertad ante las aspiraciones autocráticas que siempre han surgido y siempre surgirán.
Vender el concepto de “paz,” bajo cualquier definición, es charlatanería. Pero más peligroso que la estafa, es la retórica de paz porque socava el espíritu de lucha necesario para mantener los ideales, estos sí alcanzables, de una democracia representativa. A los colombianos nos han querido vender la idea de la paz durante demasiado tiempo. Y esa fantasía ha llevado a decisiones que nos han conducido a este momento: estamos a punto de caer en una narco-dictadura dirigida desde Cuba.
La fantasía de la paz llevó a amnistías con grupos armados que paulatinamente han infiltrado y destruido nuestras instituciones. Los amnistiados del M-19 y sus aliados que entraron a la fiscalía y a la rama de justicia en aras de paz han hecho más daño al país del que jamás hicieron con las armas — avalando la criminalidad, condenando a los patriotas, y generando una cultura de corrupción generalizada. Los que entraron a la cancillería se encargaron de propagar la mentira de la “paz” en el exterior, y por eso hoy vemos cómo todos los países se alían contra el pueblo colombiano para imponernos a las FARC bajo esa falsa consigna.
Esa misma fantasía de la paz ha creado en la conciencia colectiva de los colombianos la idea de que los delitos políticos son menos graves que los
demás — !Amnistiables! — mientras en el resto del mundo y en la justicia internacional, es al revés: la clasificación de un delito como político es, como debería ser, un agravante.
Pero los colombianos — hasta los más opositores a las actuales negociaciones — embobados con ese canto de sirena, seguimos con el cuento de la
paz. Olvidamos que hay que luchar por la democracia, que hay que combatir el crimen, que hay que defender con cuerpo y alma la libertad. Palabras “guerreristas,” dirán. Pero esa es la condición humana y la historia de la civilización.
Olvidémonos de la paz. Olvidémonos de querer ver a las FARC como partido político. ¿No nos hemos dado cuenta que ya lo son y que en esta capacidad son aún más peligrosos? Yo prefiero a los enemigos identificados y ubicados, pues solo así se les puede combatir. Y entendámoslo bien: las FARC y sus promotores son enemigos de la democracia, la justicia, y la libertad. En una democracia representativa no hay cabida para un partido político que no representa a nadie, y cuyo objetivo es la destrucción de todos los valores de la sociedad.
Llamemos al pueblo a luchar por nuestra libertad y por la justicia. Exhortemos a nuestros líderes a retomar el rumbo de nuestra república. Ayudemos todos a combatir a estos terroristas que buscan esclavizarnos. Y no hablemos más de paz, que ese camino no conduce a la victoria.
ES UNA GRAN TRISTEZA LA QUE ME EMBARGA POR MIS HIJOS Y NIETOS Y POR MI MISMA QUE AL PENSAR EN UN FUTURO LO VEA TAL SOMBRÍO Y OSCURO COMO EN VENEZUELA. QUE AUNQUE HAN LUCHADO POR RECUPERAR LA DEMOCRACIA HASTA HOY NO LO HAN LOGRADO. ELLOS SE DEJARON ENGATUSAR POR UN CAMBIO QUE FUE PEOR EL REMEDIO QUE EL MAL Y ASÍ NOS VA A PASAR AQUÍ EN COLOMBIA. Y LOS GUERRILLEROS SE NOS TREPARON DESPUÉS DE URIBE. QUE TAL-VEZ POR AMBICIONAR OTRO PERIODO DE GOBIERNO NO ACABO DE UNA VEZ CON ESTA SEMILLA COMUNISTA. NO SOY ENEMIGA DE LA PAZ, LA DESEO COMO CUALQUIER OTRO COLOMBIANO PERO CON VERDAD JUSTICIA Y REPARACIÓN.
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La verdad en todo su esplendor,si no deponen las armas y se someten a la justicia regular,que vuelvan al monte y alla iremos a visitarlos
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Cómo hacen de falta en nuestro país periodistas que le digan así la verdad al pueblo, manejado, enceguecido por la avalancha publicitaria del gobierno falso y mentiroso. De manera muy discreta nos llegan estos artículos tan certeros cuando lo que se necesita es profusión.
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