Por

Nidia G. Osimani 

El otro costado del tráfico de narcóticos

Siendo una de las actividades ilegales más rentables mueve masas dinerarias difíciles de calcular.

Como objeto de estudio, la narcoeconomía requiere un enfoque metodológico muy particular, por tratarse de un sistema multidimensional y mutable en función de su constante complejización cualitativa consecuente con su expansión cuantitativa.

Por otra parte, si bien no es posible establecer claramente los límites para los diferentes niveles del negocio, podrían determinarse a grandes rasgos tres conformaciones: las organizaciones con nexos internacionales, los circuitos de tráfico y las células que operan de manera localizada.

Del mismo modo, hace a su complejización el dinamismo adaptativo en directa proporción a los controles que deba sortear, o de los mercados que busque penetrar.

Si bien su naturaleza es claramente ilegal, no por ello deja de ser una actividad económica, cuya génesis, como en todas las formas de comercialización de bienes y servicios, es la demanda real insatisfecha o potencial, en este caso, clasificada dentro de la categoría de prohibidas.

Desde la perspectiva de la oferta, se destaca por su alta rentabilidad y cooptación, a la vez que por su bajo riesgo en comparación con otros delitos, estructurando una cadena que empieza en la producción de la materia prima, elaboración del producto, distribución, almacenamiento, comercialización y venta.

En ese esquema, del mismo modo que en las actividades legales, existen diferentes roles, que para el caso en cuestión son los inversores (capitalistas iniciales), organizadores (tenientes y lugartenientes), procesadores (pisadores, traperos y cocineros), reclutadores (cooptadotes), transportadores (transportistas, camellos, mulas, pasadores), distribuidores, facilitadores ocasionales, controladores o vigiladores, certificadores y vendedores o dealers.

Estos papeles obedecen a capacidades funcionales y características específicas como la necesidad, la ambición o la oportunidad.

Como toda mercancía, el precio de las sustancias ilícitas debería quedar definido por el propio mercado, en este caso en particular, caracterizado por una oferta elástica (rápidamente adaptable a las variaciones del precio), y una demanda inelástica (por la dificultad de sustitución de la mercancía), siendo la primera determinada por la disponibilidad de mano de obra en países con más desempleo, y la segunda por el nivel de ingresos de los países desarrollados.

Quienes lo llevan adelante destinan gran parte de sus excedentes a mejorar su tecnología productiva y distribución.

En este punto cabe plantear si es posible alcanzar el punto de equilibrio entre ambas variables, y de serlo, cuáles serían las condiciones óptimas.

Aplicando modelos económicos tradicionales a la determinación de la rentabilidad de un activo se pueden inferir con bastante aproximación cuales deberían ser las condiciones incidentes en las variaciones de su precio, a lo que habría que añadir, en este caso, las políticas de cada país destinadas a combatirla.

El cálculo podría hacerse tomando los datos del crecimiento de la demanda en países desarrollados y los salarios promedio de los países productores, y la variación del excedente compuesta por el salario real, el índice de expansión de la actividad, y la relación capital-producto.

El crecimiento de la oferta sería igual al producto entre el excedente ahorrado y el precio de la droga, multiplicado por la tasa de crecimiento del excedente. Si el crecimiento de la oferta supera al de la demanda, el precio de la droga debería bajar, mientras que siendo a la inversa, debería subir.

De lo expresado, se puede deducir el precio de equilibro en el mercado como el cociente entre el crecimiento de la demanda en los países desarrollados y parte del excedente con destino al ahorro, multiplicado por el producto entre el precio de la mercancía, el porcentaje confiscado y la tasa de crecimiento del excedente compuesto por el salario real, el índice de expansión de la actividad y la relación capital-producto.

Entonces, aplicando este modelo, el precio internacional de la mercancía debería depender del excedente, el ahorro y las políticas implementadas por cada país con relación al negocio.

Sin embargo, si se analizan los datos publicados por diferentes Organismos Internacionales especializados en la materia, se observa un claro aumento lineal de la oferta por sobre la demanda, de lo que podría inferirse que el excedente invertido en mejorar la tecnología y logística logró vulnerar más controles o que los mismos disminuyeron. Dicho en otros términos, o se perfeccionaron los procesos de economía de escala o los controles fueron perdiendo eficacia progresivamente.

Asimismo, dado que en general los países productores suelen presentar mayores índices de desocupación, no son los que tienen más influencia en la determinación del precio, aún cuando en éstos se recrudezcan los controles, caso en el cual, se produciría el efecto inverso, es decir, el precio de oferta, ceteris paribus, se dispararía.

A continuación, esos excedentes destinados a volver a perfeccionar la tecnología y logística para sortear dichos controles, volvería a normalizar el precio, pero nunca bajaría a los niveles previos a los que los controles fueran mejorados.

En términos económicos, esto permite suponer que la tendencia de precios a largo plazo es una variable en función del excedente que se destine a mejorar las condiciones de comercialización de la mercancía.

Asimismo, la inelasticidad de la demanda parece ser aplicable solamente cuando tienen lugar cambios marginales, esto es, como efecto de ajustes adicionales poco significativos en la gestión del comercio ilícito de sustancias.

Ahora bien, si el aumento de controles lo que hace es alentar el destino de los excedentes para perfeccionar el negocio, dejan de ser funcionales al objetivo de combatirlo y pasan a serlo del negocio.

Dicho de otro modo, se trata de una situación en la que no es posible alcanzar el Óptimo de Pareto, cuando ya no se puede beneficiar una parte sin perjudicar a otra, y por tanto se logra el equilibrio general.

En este caso, la respuesta podría ser la Teoría del Segundo Mejor, aplicable cuando una restricción inhibe el cumplimiento de una de las condiciones, por lo tanto las demás condiciones se convierten en no deseables, por lo que conviene excluirla.

Es decir, que la corrección de una distorsión en un sistema económico, no siempre lleva a mejorarlo, como en este caso, ajustar los controles a la demanda, dispararía el aumento de precios al mejorar la capacidad operativa de la oferta.

Pero en el mercado del narcotráfico parece ocurrir algo diferente. De acuerdo a informes elaborados por la Oficina de los Estados Unidos contra la Droga y el Delito UNDOC en los últimos 15 años, parte de la efectividad de la lucha contra el narcotráfico se refleja en promedios ponderados ajustados de precios según el nivel de ingresos de la demanda, y hasta incluso deflactados según el tipo de sustancia y el grado de pureza. En este último caso aparece el desplazamiento de la curva de consumo hacia productos sustitutos. Aunque los precios reales mayoristas se mantuvieron relativamente constantes.

Esto vuelve a confirmar el cumplimiento de una regla aplicada a las actividades económicas legales. Los mayores controles contra el narcotráfico no afectan al nivel alto de la pirámide, sino a los vendedores minoristas.

Para achicar esta brecha de rentabilidad, los dealers han ido ensayando diferentes modalidades de comercialización tendientes a reducir costos e incrementar ingresos.

Del mismo modo, ha crecido la disponibilidad de mano de obra de las llamadas mulas, por lo que al aumentar la competencia, se prestan por menos dinero.

En torno a lo expuesto se sigue debatiendo la legalización, en tanto se están dando los primeros avances en cuanto a la despenalización.

Mientras la segunda no reduce los costos ni desalienta el negocio, una política restrictiva de Estado focalizada en precios podría desalentar su producción, consecuentemente, controlar mejor su consumo, empezar a sanear parte de la economía y elevar la calidad de vida de muchos ciudadanos.

Origen: Periódico Tribuna de Periodistas